Mis dedos pasean nerviosos por mi colgante como ya lo han hecho miles de veces. Me gusta sentir las hendiduras que representan letras de un lenguaje desconocido para mí. No recuerdo desde cuando lo tengo. Lo que sí está grabado a fuego en mi mente es el momento en el que mi padre, siendo yo niña, me explicaba que este símbolo plateado representa el infinito.
Que recuerdos.
El traqueteo del tren me lleva de la mano por mis momentos más felices. Siento el candor de mi hogar.
El día cae. Los últimos rayos del sol son, sin duda, los más intensos, como si emplearan todas sus fuerzas para vencer al manto negro que intenta atraparlos. Algunos de ellos buscan cobijo en mi cabello, que a su luz parece el más vivo fuego.
Estoy agotada y llena de cicatrices.
Rozó con mis dedos el terciopelo rojo que cubre los asientos del compartimento en el que estoy.
Viajo sola, con una mochila por equipaje.
Miro por la ventana. Algunas gotas de lluvia comienzan a entonar una sútil melodía con los compases que marca el tren.
Esto parece una ironía del destino. Yo, en la más profunda soledad, viajando en tren hacia el ocaso.
"Suyay [1]... dicen que después del ocaso siempre, pase lo que pase, sale de nuevo el sol" susurra una voz masculina en mi mente "Te encontré"





[1] Suyay quiere decir esperanza en quechua.


Escrito por Momentos Musa.

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